"Gaviotas, estúpidas gaviotas. Volando todo el día sin preocupaciones, obligaciones ni responsabilidades. ¿Quién carajos inventó el estudio? ¿Y la universidad? Desearía que estuviese vivo para volver a matarlo. No sirven nada más que para estresarnos la vida. ¿Qué hago yo estudiando matemáticas, si al final de todo terminaré con un micrófono en la mano entrevistando a un estúpido político? Nada tiene sentido en esta vida..."
Así maldecía su suerte cada mañana Sofía, pero en esta ocasión, sentada en la cálida arena del mar de La Punta, parecía que había llegado al punto máximo de sus cuestionamientos. No estaba de acuerdo con lo que el destino había preparado para ella. Con apenas 19 años encima, creía que hasta el momento no estaba siguiendo el camino que ella imaginó alguna vez: el escenario, los reflectores, el aplauso del público al final de su actuación. Eso era lo que ella quería, vivir rodeada de famosos, unirse a ellos algún día. Las tablas, los guiones, el maquillaje y las luces. Ese era su mundo.
Se levantó con firmeza. Estaba decidida a cambiarlo todo. Subió al vehículo que le regalaron sus padres y se dirigió rápidamente a su casa para enfrentarlos, y decirles de una vez por todas que su vida no estaba tomando el rumbo que ella quería. Si al final de todo no estaban de acuerdo con la decisión que había tomado, no tenía más remedio que sacar sus cosas y emprender una nueva vida lejos de ellos.
Llegó a su casa media hora después. Para suerte suya Renata, su madre, aún se encontraba en ahí. Su padre era el ausente casi siempre, pero, pensaba ella, iba a influir mucho la decisión que su madre tomara en ese momento con respecto a ello. Renata, tan aplicada siempre en la universidad no permitiría que su adorada hija terminara rodeada de escándalos, saliendo en algún programa televisivo o siendo captada en actitudes poco honrosas con algún 'peloterito' de moda. Televisión, cine o teatro, eran sinónimos de escándalo, al menos para su madre.
El miedo la invadió por completo cuando se dirigió a hablar con su progenitora. Ella la recibió con una mirada llena de ternura. ¡Era su madre después de todo! Sofía intentó no sentirse conmovida por ello, y le dijo fingiendo un tono fuerte en su voz: "¡Voy a dejar la universidad!"
La mirada de su madre lo decía todo. Decepción, ira, pena; todo ello expresado en tan solo una mirada. Sofía por su parte, se sintió aliviada. Ahora no importaba nada más, había tenido el valor de decírselo, había superado lo más difícil de todo. La reacción de su mamá sería solo un complemento para aquella acción. Buena o mala, no le importaba cuál sería la respuesta que al final le daría. Se dio media vuelta y estuvo a punto de salir de la habitación, cuando oyó una frase proveniente de su madre que la dejó congelada por completo: "Tus razones tendrás, hija. Pero quiero que sepas que cuentas conmigo para todo lo que te propongas".
Luego de una larga charla, un abrazo selló aquel momento en el cual Sofía había cambiado en algo su "patético" destino. Ahora tenía el apoyo de su madre, y esto traería como consecuencia que su padre la apoye, también. Total, apenas eran 3 ciclos los que había pasado en la universidad. Era tiempo recuperable.
Se dirigió sin más preámbulos al taller de actuación que había visto cerca de donde estudiaba. La algarabía se le salía por los ojos, había esperado tanto ese momento. Al llegar, luego de una serie de trámites y papeleos, se pudo confirmar que ahora era una alumna más del taller, llena de sueños y anhelante de éxitos, la cual disfrutaría al máximo cada papel que pudieran darle, sea principal o secundario. Lo importante era sentir el calor del público, las palmas de sus amigos, el orgullo por parte de sus padres... Eso era todo lo que ella quería.
Al salir del taller decidió desviar un poco su rumbo para tomarse un café. Era indispensable empezar su nueva vida con el pie derecho y sin ningún rasgo del estrés que la había acompañado durante tanto tiempo. Mientras conducía, su mente vagaba por una serie de mundos en los cuales recreaba lo que sabía el destino le tenía preparado. Se vislumbraba en Broadway, realizando el protagónico de su primer musical; subiendo a la explanada del Teatro Kodak para recibir el premio que la Academia le tenía preparado por su rol a mejor actriz en la película más taquillera que Hollywood ha producido; en Berlín, para recibir el aclamado Oso de oro; y así, en una serie de escenarios ficticios donde solo ella era la protagonista, ella, ella, ella, la que ahora se encontraba rodeada de una serie de curiosos. Todos la miraban, y sus gestos de terror no presagiaban nada bueno. ¿Qué pasó?, se preguntaba Sofía en su cabeza una y otra vez. ¿Dónde estaban las luces, los aplausos, los premios? ¿Qué pasó con todo ello? Cerró los ojos deseando despertar de una vez por todas de esa horrible pesadilla, donde todos la miraban pero no de la forma en que ella quería que lo hicieran.
"¿Va a estar bien, doctor?, logró oír a su madre. Quiso abrir los ojos, pero las fuerzas no la ayudaban a hacerlo. "No puedo asegurarle nada, señora. El impacto del vehículo fue muy fuerte. Deben estar preparados para lo peor", escuchó esta vez de una voz que no lograba reconocer, pero ¿a qué se refería con "lo peor"? No podían estar hablando de ella, era tan estúpido. Ella que ahora estaba destinada a triunfar en Hollywood no podía estar pasando por nada malo. Deseó despertar, usó todas sus fuerzas para abrir los ojos, hasta que lo consiguió. Efectivamente, allí estaba ella. Rodeada de luces y aplausos. Un tipo se le acercaba para darle un premio que parecía ser el aclamado Oscar. Ella lo recibió con una gran sonrisa en los labios, mientras lo mostraba a las cámaras y saludaba a todo aquel que se le acercara. "!La perdemos, la perdemos!", "Haga algo doctor, por lo que más quiera", "Lo siento mucho señora, es el final". Frases que lograba oír en el tumulto, pero que no le importaba. Creyó oír las lágrimas de su madre, pero supuso que eran por la emoción del momento. Debían estar felices, ahora era una estrella más, ahora se encontraba brillando en el cielo ...literalmente.
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