Había esperado por tanto tiempo la llegada de este día. Iba a verla una vez más, sentir su aroma, oír el tono grave y gracioso de su voz. Recuerdo aún nuestro último encuentro. Ella tan distante, indiferente a mis palabras. ¿Yo? Tan desgraciado suplicando su perdón. Hice mal y lo reconozco, pero buscaba en ella una oportunidad más, solo una. Y no se dio hasta hoy.
La extrañé como jamás había extrañado a nadie. En este lapso de tiempo supe reconocer que no concebía mi vida sin ella a mi lado. Era tan perfecto. Todo lo que le pedía a la vida lo encontraba en aquella bella sonrisa que me hipnotizó desde un primer momento.
Tan solo 30 minutos nos separaban de nuestro nuevo encuentro. Llegué al lugar indicado con mucha anticipación, a pesar de que sabía con certeza que ella llegaría con retraso. Quise aprovechar el tiempo para pensar en qué le diría, analizar el ambiente en el que nos veríamos, reflexionar sobre el error que cometí. No fue infidelidad, tampoco traición. Pero lo que hice fue suficiente para lograr que ella intentara olvidarse de mí y de lo mucho que me amaba, mas no lo consiguió y esa es la causa de que hoy hayamos pactado un nuevo encuentro.
Eran las 6:45 p.m. Tan solo 15 minutos más. No podía esperar, así que cogí el móvil y la llamé. Ella contestó, pero al oír su voz quedé totalmente impactado. El miedo de enfrentarme a la voz que había amado por tanto tiempo, aquella voz tan llena de gracia y seducción, hizo que no pueda articular palabra alguna. Supuso que no me escuchaba por alguna interferencia o qué se yo, así que solo atinó a decir que ya estaba por llegar.
Los minutos se hacían eternos. El inmenso reloj de la iglesia que estaba frente al parque donde yo me encontraba, donde nos encontraríamos ambos, me decía que solo 5 minutos me separaban de sus labios. No podía más. Había resistido sin ella casi un año. No quería perder más tiempo. Me senté en la primera banqueta disponible que vi cerca a mi, pero me levanté inmediatamente recordando que me ensuciaría el pantalón blanco que llevaba puesto, ¡Idiota!, pensé; pero mis pensamientos se vieron aplacados por la aproximación de su bella figura a lo lejos. Era ella, podía reconocerla.
Mientras iba acercándose mi corazón latía a un ritmo desenfrenado. La iglesia se disponía a dar las 7 campanadas que anunciaban la llegada de las 7:00 p.m., junto con la oscuridad del triste cielo limeño. Ella se acercaba cada vez más hacia mí, trayendo consigo en la palma de su mano la otra mitad de mi alma que se llevó al marcharse.
Un nerviosismo poco usual recorría mis entrañas. Mis manos temblorosas denotaban lo difícil que se me hacía ese momento. El sudor empezaba a caer de mi frente, y la distancia que nos separaba a uno del otro se hacía cada vez más y más pequeña, hasta que por fin la tuve frente a mí.
Se abalanzó a mis brazos sin decir palabra alguna, mientras sentía las lágrimas caer de su mejilla. La abracé, no hice más que eso. No iba a soltarla nunca, no podía desprenderme de su calidez una vez más. Podrán pasar los minutos, las horas, pero no quiero soltarla. Cerré los ojos y pude sentir el olor a rosas que emanaba del castaño de su cabello. Era mi paraíso.
El universo se detuvo por un instante en ese abrazo que pareció durar una eternidad. No la perdí. Hoy más que nunca sé que la tengo a mi lado para siempre. No pude prometerle perfección, pero le prometí eternidad. La amaré por siempre, no lo duden jamás.
Me encanta que estes escribiendo. Sigue con la constancia, con las ganas. Estoy una vez mas muy orgullosa de ti.
ResponderEliminarMuchas gracias profesora, me alegra mucho que se haya tomado el tiempo de comentar. Gracias por toda su ayuda.
ResponderEliminarbueno si loq tu as escrito esta muy emocionante , clao por q tu le pones emocion, parece como si en realidadtu lo hubieras vivido , pero io esperaba un final mas dramatico o q se yo , pro en si esta muy bueno , a y a mi tambien me ncanta la lectura , de hecho tambien estoy escribiendo una obra seria bueno q nos contactemos
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